Diario de un crucerista: Kefalonia
Dejamos atrás el Egeo y navegamos hoy por el mar Jónico hasta arribar a la isla de Kefalonia por la mañana, con tiempo escaso para cualquier plan ambicioso. Que pareciera la escala irrelevante más allá de la sonoridad de la capital, Argostoli, sin relación aparente con la nave aquella de magnífica construcción con la que Jasón pasó cerca de aquí.
Pero el azar quiere que a escasos quilómetros, escondida detrás, esté la isla de Ítaca, destino simbólico de todo ser humano y quizás patria de Odiseo o al menos inspiración del poeta. Intentando de manera precipitada documentar la veracidad encuentro teorías que indican que la verdadera patria de Ulises, según la descripción que de ella hace Homero, podría ser la hoy penísula de Lixouri, extremidad occidental de la isla que piso ahora mismo y que asoma detrás del barco que me ha traído hasta aquí.
Pregunto en tierra, pero el punto de información al que me remiten está a más de una hora en coche en el sudeste de la isla, dirección contraria a la isla vecina, en el norte, o la península, en el oeste. Así que dedico el poco tiempo del que dispongo a buscar tortugas si no sirenas en las aguas tranquilas que bañan Argostoli.
Y entre esto y lo otro el toque de queda nos lleva de vuelta al barco, donde pasaremos la tarde visitando las cocinas y viendo cómo el céfiro nos lleva lejos de la patria de aquél que abrió las puertas de Ilión al ejército de Agamenón. Más pronto que tarde me arrepentiré de haberla dejado pasar.