Encuentros con Sabor a Vida

Encuentros con Sabor a Vida

‘Has hecho una buena elección con ese libro’, me dijo un desconocido, sonriendo, mientras entrábamos ambos casi a la vez por la estrechísima puerta de la oficina de turismo de Coruña. Minutos antes, mientras yo iba y venía impaciente por la playa esperando la hora convenida para comenzar el recorrido como jurado del concurso de Tapas de A Coruña PICADILLO, había recibido la llamada que llevaba esperando dos días: el mensajero dejaba en mis manos  -apartándose de su ruta para acercármelo amablemente-  el libro Sabor a Vida.

Lo tienes, pregunté. Sonrió y me dijo ‘Sí, he participado con varias recetas’. Así conocí a Chechu Rey, chef de la Rectoral de Cines (al lado de Oza dos Ríos, A Coruña, donde curiosamente estuve hace pocas semanas tras casar a dos amigos entre aguaceros de primavera y jarrete colosal)

Al final de la mañana, tras la última tapa volvimos al punto de partida. Allí le obligué a dedicármelo. ‘Kike me lo ha enviado firmado’, dije para presionarle, nombrando al impulsor de la iniciativa Francisco Piñeiro, Premio Nacional de Gastronomía). Pero no habría hecho falta, porque lo rubricó de inmediato. Para las envidias pongo fotografía (con el fin de suscitarlas, claro).

Y allí está ahora, en casa, en lugar de privilegio, como prueba y recuerdo de un encuentro especial, a la espera de que lo lleve a borde de este Vagón de Cola a Bueu el nueve de junio (a los premios MexilOnseTuits) con la esperanza de que lo firmen Marcos, Eloy y todos los colaboradores que pueda conseguir de este fantástico proyecto que es el Sabor a Vida.

Mitómano que es uno.

Submitted by Josito (no verificado) Mar, 29/05/2012 - 19:32

Niño Manolito: a tu pregunta de siempre (ya tú sabes), la respuesta es que HOY HA SIDO EL DÍA.

Submitted by Josito (no verificado) Dom, 03/06/2012 - 11:30

En respuesta a por Manuel Bustabad

Bueno, ya usted sabe que en estas lides se suelen barajar varias alternativas. Descartadas ciertas excentricidades, las posibilidades suelen reducirse a dos: que el oficiante sea un político corrupto e incompetente elegido por la chusma en comicios de dudosa legitimidad, o bien un juez, servidor público por oposición y tratamiento de señoría, con su toga, sus puñetas y toda la liturgia concomitante, por la que ya sabes que me pirro. No hay color. Y por supuesto, en nuestro huso horario.