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Un mundo por descubrir (coliflor a la parmesana)

Estoy sin palabras, pero creo que podré escribir. Hace menos de dos horas me hallaba yo regodeándome con la fantástica coliflor que por escasos dos euros me había agenciado en la tienda de la esquina cuando empecé a buscarle parentesco en la nevera. Allí estaba el grana, que tiene hueco garantizado en primera fila del frigorífico desde que Anna Mayer nos contó en uno de sus talleres que en Italia se usa para todo.

Así que, hilando conceptos con simpleza pero honestidad me vi sustituyendo el pimentón por el queso en mi verdura cocida de lunes sin intuir demasiado lo que se me venía encima. Saqué tiempo de donde lo había para comentar la azaña en el muro de la italiana de Negreira y ella, que nunca rechaza un envite -o lo acepta o lo dobla- me retó a subir la apuesta y sustituir el aceite por mantequilla. Alla parmigiana, me escribió; me pareció notar un deje de acento del adriático. Si quieres lo gratinas, pero no es necesario.

Benditas palabras. Con la col terminando de cocerse bajo las patatas calenté un poco de mantequilla y preparé la verdura más sabrosa que de mi cocina salió en semanas (seguramente en años, pero así doy la sensación de hacer unas verduras fabulosas con frecuencia).

Ingredientes de esta Coliflor a la parmensana (para cuatro personas)

1 coliflor

6 patatas

150 gramos de mantequilla

150 gramos de queso parmesano

Quitarle a la coliflor las partes del tallo excesivamente fibrosas y las partes de las hojas que estén mustias, pero aprovechando al máximo posible ambas partes de la col.

Pelar las patatas y cortarlas en trozos. Cocer ambos elementos al gusto (unos quince minutos).

Colocar las patatas y la coliflor en una fuente. Derretir la mantequilla en fuego bajo o en el microondas (un minuto y medio a potencia media, vigilando de vez en cuando que no se queme).

Echar la mantequilla sobre la fuente lo más repartida que se pueda y, por encima, rallar abundante queso grana o parmesano (mejor abundantísimo).

Se puede gratinar en el horno, aunque en ese caso recomiendo excluir las patatas de la operación.

Todavía resuenan en mi cocina los ecos del escándalo. Mis gatos, que me quieren pero no me comprenden, se arremolinan sin orden para comprobar qué es esa felicidad que sale de la bandeja mientras yo caigo en la tentación de alegrarme de mi ignorancia por la cantidad de cosas que me quedan por descubrir -aunque ya no ésta- como aquel señor que se lamentaba delante de Twain de haber leído 'Las aventuras de Tom Sawyer' porque ya nunca tendría la oportunidad de sorprenderse con ellas.

Por suerte me quedan muchos mundos por descubrir a ambos lados de mi realidad. Gracias, Anna. Gracias, Mark.

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