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Carne richada

Hay ocasiones en que los astros se alinean y colocan tesoros al alcance de la mano. Gastronómicamente hablando, uno de los que hemos tenido la suerte de localizar en nuestra casa, cuna de adopción del tren Expreso, es el Coto do Rano, un restaurante a tiro de piedra de nuestra casa en Ourense, al que se llega tras una pronunciada cuesta que yendo a pie garantiza la apertura del apetito y que permite, en escenario de excesos –más frecuente de lo que es pertinente reconocer- en la comida, volver rodando al sofá de la siesta.

Y en este pequeño templo, donde otros adoran el arroz de lubrigante (tampoco vengo yo a criticarlos) nosotros caemos una y otra vez en el pecado de la carne richada, que aún no siendo típica de esta zona (lo es del centro de Galicia, de Forcarei, y de muchos otros sitios) es aquí una de las especialidades. Tanto que de las decenas de veces que aquí hemos estado no recuerdo ninguna en que no la hayamos comido. No lleva en el Coto do Rano pimentón la carne, ni vino (como en otros sitios). Sin embargo cuando yo la hago en casa, donde mi fuego no me permite tanta temperatura y la carne tiende al final a cocerse más que a freírse, la finalizo con ese refrito, aprendido en recetas de otros sitios, donde por cierto se suele servir también con patata cocida.

Decía una amiga del colegio el otro día en una red social si era raxo lo de la foto, y tiene razón, caramba, en una cosa: la preparación es similar a la del típico lomo de cerdo que es santo de devoción en Coruña.

Carne richada para cuatro personas

1’2 kilos de croca de ternera (cadera)

4 patatas grandes

1 pimiento rojo grande o dos pequeños

ajo

pimentón (opcional)

Escoger bien la carne, desechando la grasa y los nervios, y cortarla en trozos de unos dos centímetros de lado o como se desee, pero preferentemente de tamaño similar y de bocado. Adobar con abundante ajo y algo de sal y reservar.

Limpiar los pimientos y cortarlos en tiras. Pelar las patatas y cortarlas para freir. Mezclar con los pimientos y salar.

En una sartén con abundante aceite, freir las patatas y los pimientos en cuantas tandas sean necesarias. Ir apartando a una fuente.

En la misma sartén (si se hace en otra se pueden hacer ambas cosas a la vez), retirando casi todo el aceite salvo un chorro generoso que cubra el fondo, añadir un puñado de carne cuando la sartén empiece a humear. Remover con frecuencia hasta que el aspecto sea de cocinado –si se dora pues aún mejor- y retirar con una espumadera a la fuente de las patatas. Repetir la operación tantas veces como sea necesario hasta acabar la carne. Regar las patatas con el líquido de la sartén según vaya dejando de ser aceite y volver a mojarla con el retirado de las patatas –o uno limpio-.

Tras retirar la última carne, opcionalmente (recomendadamente) añadir al líquido de la sartén una cucharada –tamaño café- de pimentón ahumado y dejar cocinar en ese líquido unos segundos mientras se remueve. Vaciar encima de la fuente de la carne.

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