Herodes el Grande
En muchas ocasiones a lo largo del año, a esas horas en que los colegios abren sus puertas de par en par y los infantes acceden a las aceras como si vinieran de toriles me acuerdo de tan magna figura. Pero es llegar estas fechas tan señaladas (subrayadas, magnificadas, exageradas) y mi cabeza me pide honrar y venerar a este hombre, rey de los judíos, incomprendido y parcialmente maltratado por los que diseñaron para nosotros la versión oficial de la historia.
Y como este año dispongo de esta bitácora, auténtico blog de culto (un día les cuento las estadísticas de lectores del año pasado), para proyectar cuanta desazón me carcoma, me propongo devolverle el protagonismo que nunca debió perder.
El Grande, ni más ni menos. No confundir con sus hijos Arquelao, Filio o Antipas (todos Herodes también) o con sus nieto y bisnieto (Agripa I y II respectivamente). Unos artistas casi todos por lo visto, pero casi ninguno a la altura del fundador de la saga.
Nacido en Ascalón 73 años antes de la fecha que se marcó como comienzo de la era cristiana por el supuesto nacimiento de Jesús de Nazaret, obtuvo el título de rey de Judea de Marco Antonio a la vez que consiguió que fuera degollado su máximo rival en la aspiración al trono, Antígono II, heredero de los asmoneos (anteriores poseedores del título) y tío de su esposa Mariamna. Para eliminar a todos sus rivales, hizo asesinar a toda la familia rival: empezó por el padre de Antígono, luego su hermano (Aristóbulo II y III respectivamente) para continuar unos años más tarde ordenando ejecutar a su mujer y a la madre de ésta.
Por si fuera poco, ordenó eliminar a dos de sus hijos para sofocar una revuelta iniciada por otro de ellos (se le llama Antípater a éste), al cual envenenó no mucho más tarde en su obsesión por mantenerse aferrado al poder.
El caso es que a partir de estas pequeñas rencillas familiares su popularidad no era muy alta, a pesar de que se convirtió en un gran mecenas de su pueblo (a él se deben obras como el Coloso de Rodas, la ciudad de Cesarea, la impresionante Masada, a orillas del Mar Muerto, o el famoso Templo de Herodes, construido donde hoy se encuentra el Muro de las Lamentaciones). Quizá por ello, la leyenda y el evangelio atribuido al apóstol Mateo (Leví) le hacen protagonista del supuesto asesinato de los niños de Belén ante la negativa de los Magos a decirle dónde había nacido el que según los escritos sería rey de Judea.
Así este señor, que realizó verdaderas atrocidades (habituales en su época), ha pasado a la historia por unos hechos que en realidad no ocurrieron –coinciden en ello los historiadores-. Tan importante fue su figura en la época y tan arraigada estaba esta leyenda, que cuando a Dionisio el Exiguo le encargó el papa Juan I que fechara el nacimiento de Jesús para establecer la referencia de nuestro calendario actual (quinientos años más tarde), éste utilizó la documentación existente sobre Herodes el Grande para aproximar la época del acontecimiento al final de su reinado. Cometió –por cierto- un error de cálculo tan grande, que según nuestro calendario actual Herodes murió el año 4 AC.
De modo que cuando mañana salgan a la calle con prisa porque tienen que comprar regalos de última hora emulando a esos magos –que no reyes- y hordas de pequeños monstruitos entorpezcan sus pasos con sus gritos incontrolados, deténganse unos instantes y dediquen una sincera sonrisa interior al recuerdo de este pequeño icono de la Historia. Aunque ésta sea inventada.
Descubrimiento
¡Me sumo al culto a tu blog!. Es muy interesante. ¡Gran descubrimiento!. Creo que auqneu sea en la cola, me va a reportar grandes aprendizajes. Gracias por ello.
En respuesta a Descubrimiento por Cecilia (no verificado)
Gracias a ti, reina de
Gracias a ti, reina de Redonda. Es un honor.
Manuel Bustabad