Una tarde en Zaragoza (ensalada de tomate y menta en La Republicana)
Una de las escenas que más me impresionaros y engancharon a la ópera cuando empecé a conocerla, más allá de las arias de la Callas (uno es un mitómano, pero eso ya lo sabe usted, lector de este blog), fue este duo de Il Trovatore (Verdi).
Casi toda la acción de esta obra, basada en un drama del escritor Antonio García Gutiérrez, se desarrolla en la torre más emblemática, de planta rectangular, del palacio de la Aljafería (Zaragoza).
Este fin de semana, enganchado al AVE que une las dos ciudades más pobladas de España, este Vagón de Cola se acercó a Zaragoza y transitó durante unas horas por sus levantadas calles donde se pueden ver ya los raíles de lo que será el tranvía y, pasando de largo por los lugares más comunes (catedrales, basílicas y demás) pudo descubrir una ciudad distinta, moderna, y sobre todo gastronómica en la que se nota, favorablemente la huella de la Expo del agua de hace unos años.
Tras recorrer el paseo que acompaña al Ebro, lleno de vida y agua, atravesamos sus puentes y nos dirigimos a este antiguo palacio musulmán que hasta hace muy poco se utilizaba como fortaleza militar pero sobre el que se ha ejecutado un importante trabajo de restauración que deja entrever la importancia que en alguna época tuvo (es nombrado en la parte segunda de El Quijote).
También, en el poco tiempo que estuvimos (el tren que luego no arrastró a Lleida salió, como siempre, puntual) pudimos comprender que una de las bazas de esta ciudad es su gastronomía y sus gentes.
Así, hemos anotado en el debe delicias como el Chocotour, que todos los sábados recorre algunas de las principales pastelerías de la ciudad, o lugares sorprendentes y emblemáticos para tapear, cenar o lo que surja en la zona de El Tubo (como el Balcón del Tubo o La Republicana).
En este último sitio, auténtico ejemplo de gastronomía tradicional unido a constantes guiños a las redes sociales, comimos, entre otras muchas delicias que merecen más protagonismo que el que yo les concedo hoy, una ensalada que destacó por su sencillez, honestidad, y por utilizar ingredientes cultivados por ellos mismos y por tanto con todo el sabor de los productos de verdad: tomate (de los feos, que son los más ricos) y menta con aceite de oliva vírgen extra y sal.
Este humilde refrigerio, servido allí entre platos de loza y televisores antiguos, en la compañía en la que tuve el placer de disfrutarlo, bien justificaría por sí solo un nuevo viaje a aquellas tierras. (Gracias, compañeros, por haber convertido en especiales momentos cotidianos).