Encuentros (Mexilóns e tuits)
Este pasado sábado se celebró en Bueu la entrega de los primeros premios Mexilóns e Tuits (#mexilonsetuits). Como alguien -a quien por supuesto no me preocupé en desengañar- pensó que yo podría formar parte del jurado, he tenido la oportunidad de vivir esta experiencia muy de cerca tanto en las semanas previas -entrevistas, vídeos, votaciones- como en la gala que nos llevó, a cientos de personas relacionadas con el Social Media (blogs, Twitter, Facebook, ya saben) al auditorio del Centro Social de esta pequeña villa pontevedresa.
Como se ha vertido -y se sigue haciendo- suficiente literatura sobre el evento en sí (puede consultarse la lista de ganadores, finalistas, y otra mucha información en la página web del Festival) sólo voy a destacar un par de detalles.
Primero, me gustaría mostrar públicamente mi admiración hacia la gente que ha gestado desde cero y en muy pocas semanas un evento de esta magnitud (quiero personalizar en Fran, de Rodeiramar -@rodeiramar2A-, auténtico cerebro y brazo ejecutor), las personas que lo hicieron posible con su trabajo de semanas (Minia, Sandra, Susana, Anabel...) y los que ese día nos dieron tantas lecciones de comunicación, virtual y terrenal (el maestro Jose -@josecomeefala-, David -@serantes-, Fidel -debería decir señor @Fidelmartin-, Diego -@viajarcondiego-,...) y los ganadores de los distintos premios ( Naranja y Limón -@naranjalimon360-, Alfonso -@derechupete-, Mola Viajar -@molaviajar- y todos los demás).
Lo mejor de la jornada, de todos modos, fue poder compartir durante unas horas comida, café, museo y conversación con viejos amigos (Alfonso, gracias por el libro), compañeros de viajes y experiencias (Fidel, ¿te has bebido ya el Pesquera?) y poder aprender de maestros de la cocina (Marcos, Kike, cuánto sabor a vida desprendéis) y de los viajes (todos queremos, ahora, viajar con Diego). Tania, Xavi, Rubén, Loly, espero que sigamos encontrando excusas para coincidir.
Ahora comienza un duro trabajo para todos. Los premiados tienen conseguir ser dignos poseedores del galardón. Los que se quedaron a las puertas del premio deben esforzarse para, el año que viene, volver a presentar su candidatura. Yo, por mi parte, debo mantener la impostura el tiempo suficiente como para que, aunque sólo sea por cariño -ojalá sea por eso-, el año que viene me vuelvan a invitar.