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Enero a su pesar (garbanzos con acelgas)

Tengo una mala noticia para usted: esa dieta que ha empezado hace dos días no llegará a buen puerto. En realidad ya lo sabe pues tras una primera jornada cumpliendo el objetivo a duras penas, trampeando con pan y qué se yo, el segundo día ya se la ha saltado con unos huevos fritos. O con unos macarrones. Qué mas da con qué. Y si no ha sido ya será mañana o el domingo.

Así que déjese de lerias y no haga caso de lo que todos los blogs de recetas le dirán estos días, no es creíble. Porque no es cierto que tras las fiestas el cuerpo pida comer una ensaladita o un caldito de verduras. Eso no apetece nunca, no nos engañemos. Tras las bacanales de estos días se descansa un día -eso sí, repitiendo sobras- y ya apetece otra vez la tortilla que llevamos dos semanas sin comer, los espaguetis con nataza o el cocido con quince tipos de cerdo como dice el sacramento (lo de quince es un decir, lo del sacramento es plagio).

Claro, una bitácora de prestigio no puede permitirse el lujo de confesarle este secreto a voces. Y está bien que así sea, alguien tiene que guardar las formas. Pero en este Vagón de Cola lo hemos perdido hace tiempo -el prestigio- y así de clarito se lo cuento. Mírese usted en el espejo de cualquier año anterior y comprenderá que cualquier esfuerzo por maquillar la intención será vano. no luche, desista a tiempo. El resultado será el mismo y sufrirá menos.
Así que un potaje como este puede ser una salida digna para sortear el desánimo de estos primeros días: le parecerá que ingiere más verdura de la habitual pero los garbanzos y el caldo de jamón garantizarán una digestión como la que su cuerpo está acostumbrado a sufrir mientras su vista se autoengaña con ese aspecto vegetal que tiene el asunto.
Garbanzos con acelgas
En una olla grande cueza medio quilo de garbanzos con un hueso de jamón hasta que estén tiernos en la cantidad de agua necesaria para que estén cubiertos con hogura. Retire el hueso y añada trescientos gramos de acelgas troceadas con las manos. Deje hervir cinco minutos más.
En una sartén sofría sin miramientos en abundante aceite una cebolla grande cortada en juliana. Retire del fuego y añada una cucharada -pequeña- de pimentón. En realidad añada usted tanto pimentón como le apetezca; yo le recomiendo que sea del ahumado (de la Vera) agridulce, pero picará un poco.
Añada el contenido de la sartén a la olla. Disfrute sin remordimientos, le sentará mejor.

 

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