De tirabeques y huevos mullidos
Se acaba la temporada de tirabeques, aunque aquí en Galicia vienen más tarde que en el Mediterráneo. Dulces y tiernos, cuecen en muy pocos minutos encima de unas patatas en las que ya empieza a entrar el cuchillo. Aceite, pimentón y quizá un poco de vinagre pueden ser suficiente acompañamiento. Eso sí, no olvide limpiarlos bien y cortarles las puntas y los hilos de los cantos a los más sospechosos.
Estos chícharos son el perfecto actor secundario en realidad, seguramente porque se dejan robar el protagonismo sin desmerecer el plato y manteniendo su dignidad, cosa que no toda estrella es capaz de conseguir. Seguramente por eso no los valoramos lo suficiente.
Y esto es así también en este plato que torpemente fotografío con el móvil. Las patatas nuevas cocidas, amontonadas con las vainas en el fondo de la fuente, se ven coronadas sin pedirlo por unos huevos mullidos con su yema líquida enjaulada en ese ovoide blanco y firme. Y claro, quién compite con ellos. La rebanada de brona más que poner paz equilibra el cartel, abrumador, excesivo, soberbio. No diga usted que no.
Receta de huevos mullidos.
En realidad podría simplemente poner el enlace a la receta de Miguel Vila en su blog Colineta, pues fue allí donde aprendí cómo hacerlos. Pero uno es débil y el simple hecho de que su receta esté en gallego me sirve de excusa para copiársela. Así colaboro con la comunidad –me digo a mí mismo, engañándome-.
Ponga a fuego fuerte abundante –abundantísima- agua con un puñado de sal y un buen chorro de vinagre. Mientras espera a que hierva aguijonee con una aguja el extremo menos puntiagudo del huevo. Esto permitirá que salga el aire del interior del huevo mientras cuece y no se rompa.
Con hervor muy fuerte introduzca los huevos y manténgalos dentro durante exactamente seis minutos (use un cronómetro, no lo haga a ojo). En ese momento retírelos del auga y sumérjalos en abundante agua fría –si puede ser con hielo mejor- para cortar la cocción.
Consuma a su discreción.