El vino tostado de Ribeiro en el siglo XIX a través de Los Pazos de Ulloa (I)
Al hablar de Ribeiro nos viene a casi todos a la cabeza un vino blanco y joven a causa del tipo de caldo que tradicionalmente se elabora en esa comarca. También, los más entendidos, hablarán de blancos con madera e incluso de tintos de uva mencía u otros ingredientes cultivados en la zona. Y desde hace poco, los bodegueros nos cuentan que se está empezando a recuperar la elaboración, reglada por Denominación de Origen, del tostado de Ribeiro.
Ya nos contó Ana Méndez (directora de explotación del Grupo Reboreda Morgadío, con bodega en la zona) que en realidad se están recuperando unos vinos muy populares en las grandes casas del siglo diecinueve de la zona.
Así lo podemos comprobar en la novela Los Pazos de Ulloa (1886, Emilia Pardo Bazán), donde la escritora, naturalista y coruñesa, refleja en varias ocasiones la utilización de estos tostados en comparación y contraste con los ya en aquel tiempo populares vinos dulces gaditanos. Y más allá de desmerecer al del país, dice de él en boca del marqués de los Ulloa:
“—Va usted a beber del mejor tostado que por aquí se produce… Es de la casa de Molende: se corre que tienen un secreto para que, sin perder el gusto de la pasa, empalague menos y se parezca al mejor jerez…”
Destaca la escritora el hecho de que no se le añada azúcar al vino, asunto no intrascendente dada la costumbre en muchas zonas de hacerlo para facilitar el proceso (en Jeréz se le añade mosto al vino para convertirlo en dulce). No aquí en o Ribeiro, donde aún hoy se pasifican sin prisa las uvas y se elabora el vino a partir -únicamente- de ellas. Ya lo destacaba doña Emilia, que apuntilla:
“Cuanto más va, más gana: no es como los de otras bodegas, que se vuelven azúcar.”
Efectivamente, en la novela el marqués exige al mayordomo unas botellas del 59, es decir, un vino de más de veinte años.
De familia adinerada y con residencia en Madrid, la autora es conocedora de los gustos de las ciudades y las casas con posibles. Representa en su novela la oposición de la vida rural (representada en un pazo cercano a Cebre, identificable como el pueblo de Cea, famoso hoy por su pan) a la vida burguesa de ciudad (Santiago de Compostela es la referencia en la novela). Del mismo modo, Emilia ofrece ese choque de culturas con las preferencias del vino: en la boda compostelana del marqués se sirve Pajarete (vino dulce, también gaditano), Jeréz en los eventos importantes en la aldea (a las visitas importantes en periodo electoral) y tostado de O Ribeiro en las fiestas populares de la aldea o en las celebraciones privadas. O si no que se lo pregunten a Perucho.